Por Daniel Badenes
El primer peronismo tuvo muchos octubres. Tuvo el 17, ese octubre mítico, plebeyo y fundacional, pero tuvo también octubres tristes, oscuros, trágicos. Fue precisamente ese mes, en 1947, cuando la Gendarmería protagonizó la masacre de indígenas más grande del siglo XX. En el paraje de Rincón Bomba, en el entonces territorio nacional de Formosa, la comunidad Pilagá sufrió una cruda represión cruda que produjo entre 400 y 800 muertos y desaparecidos, incluidos niños. “Octubre Pilagá” se llama el documental que narra la historia de ese pueblo diezmado por el trabajo esclavo, la pobreza y las balas públicas.
En un tiempo en que mucho se discute acerca de cuán peronista es el kirchnerismo, la muerte en los pueblos originarios formoseños resulta una lamentable continuidad.
Admito que aquel debate me interesa a medias; que me convoca sólo en la medida que incluya miradas capaces de ver matices, procesos y correlaciones de fuerza, y no cuando arriba a la respuesta escueta de la izquierda de manual, que afirma una total equivalencia entre peronismo y kirchnerismo porque simplemente define a ambos como formas del bonapartismo. Cuando el ejercicio intelectual de pensar la política se reduce a la colocación de etiquetas se vuelve insípido, aburrido, inútil.
¿Qué decir sobre la cuestión? Por un lado, el kirchnerismo, en su tiempo histórico, ha producido menos alteraciones en la estructura económico-social que el peronismo clásico. Por otro, su política cultural (universitaria, mediática) ha sido mucho más abierta, amplia y luminosa (y digámoslo también, clasemediera), lo que se expresa en el apoyo o la simpatía de un grupo importante de artistas e intelectuales -que antes habían resistido al menemato. Hoy ninguna escuela obliga a escribir “Cristina me ama”, la re-regulación del espacio mediático tiene un signo antiautoritario, y el nacionalismo ultracatólico está lejos de las universidades públicas. En eso, el kirchnerismo es superador del peronismo, y la política cultural tiene rasgos elogiables.
De algún modo, en la renovación que promueve en el plano simbólico, el proceso político actual ha sido receptivo de actores y demandas planteadas por movimientos sociales organizados y legitimados en los ´80 y ´90: el movimiento de derechos humanos, los jóvenes, la diversidad de identidades de género. Pero no ocurre lo mismo con los pueblos originarios (más allá de conquistas puntuales, como la inclusión en la ley de servicios de comunicación audiovisual, la consideración del último censo y algunas políticas focalizadas) cuya lucha no sólo es por la identidad sino también por la tierra y la autogestión de derechos. Las demandas que articulan los mapuches en la Patagonia, los q´om en Formosa y Chaco, los guaraníes en Misiones o los quechuas y aymarás en el Norte chocan indefectiblemente con los poderes locales que sostienen al kirchnerismo en el interior y también con las bases del actual crecimiento económico.
Así, la brutal represión de la policía formoseña y la Gendarmería nacional a la comunidad q´om de La Primavera, ocurrida el año pasado, reactualiza el punto más oscuro del peronismo. La muerte evitable, el crimen de Estado, la impunidad y los silencios revelan en carne viva la contradicción más honda del gobierno nacional.
Pues con su efectiva contribución al proceso de re-politización de la sociedad (sabemos, sí, que no empieza con Kirchner ni lo tiene como único determinante), la tendencia a des-judicializar la protesta, la centralidad de los derechos humanos en la agenda, e incluso un atisbo de disputa con las grandes corporaciones rurales, que puso en debate público la cuestión de la tierra, el peronismo del siglo XXI creó condiciones para que las demandas de los pueblos originarios cobraran un nuevo impulso, organización y visibilidad. Pero en su pacto inmutable con personajes como Gildo Insfrán y su dependencia de proyectos económicos que avanzan a costa de la expulsión de poblaciones y un tremendo deterioro ambiental, asegura una respuesta negativa.
Marx se equivocaba: hay tragedias en la historia que siguen repitiéndose como tragedias. Las noticias de muerte en el Noroeste argentino que unen los ´40 con nuestros días tienen ese sabor, y nos plantean el desafío de correr los límites de lo posible todavía mucho más allá. De lo posible –aclaremos- no en materia represiva y de acumulación capitalista, sino en el sentido que comúnmente se ha consagrado a los octubres: la inclusión, la ampliación de derechos, la transformación social.
No estoy de acuerdo con esta lectura,a mi gusto maniquea... efectivamente el octubre pilagá existió... efectivamente la masacre existió... y ocurrió durante el peronismo... efectivamente Perón y Evita tuvieron una responsabilidad alno haber sabido resolver el conflicto que representaba el malón por la paz... pero el peronismo no dejó de reconocer a los pueblos originarios como argentinos, obvimente bajo sus cánones nacionales y nacionalistas, desconociendo la dicersidad cultural, pero eso fue un cambio con respecto a que los considerar como lo fue hasta ese momento "una nación extranjera de borrachos subhumanos". Me parece que la cuestión es más compleja, y antropólogos como Gastón Gordillo que han trabajo durante años con los Pilagá tienen una mirada más compleja, y por eso concesiva, sobre las relaciones entre las etnias del Gran Chaco y el peronismo...
ResponderEliminarEso por un lado, por otro claro que el kirchnerismo no transformó las estructuras socio económicas como lo hizo el peronismo clásico, básicamente porque las estructuraas socioeconómicas del capitalismo local como las del capitalismo mundial son muy otras con respecto a las que emergieron en la segunda posguerra...
Errata quise decir: "y no por eso concesiva"
ResponderEliminarAunque estoy de acuerdo en que Dani haya recordado este lado oscuro del peronismo y su continuación en la actualidad
ResponderEliminarVolví a leer lanota de Dani, siempre es bueno tener una segunda lectura... eso matiza mi reacción peroncha del primer comentario, aunque mantengo algo,hay algo de la relación entre el Estado y las etnias originarias que se modificó con el peronismo clásico, no sé si para bien, a la luz de la masacre del 47 parece claro que no, sin embargo me parece que, por ominosa que sea, habría que ver esa relación no sólo con el cristal de la masacre... me parece que el reconocimiento de ciudadanía "a la peronista" modificó algo con respecto al tratamiento como población extranjera en territorio nacional que se le daba previamente... en eso podríamos decir que el Peronismo no abolió el Estado como mecanismo de dominación política mediante el monopolio y el ejercicio de la violencia sino que le agregó otros contenidos "políticos y sociales"... luego estoy de acuerdo con los límites del Kirchnerismo y sus alianzas para poder retomar las demandas de las etnias aborígenes,lo que ocurre que también parece existir escasa consistencia de movimiento entre esas etnias, digo con respecto a otras expresiones de organización social y popular... la pregunta es cómo hacemos para incidir en la construcción de esas demandas sin mantenernos en el puro discurso de la víctima ancestral...
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