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miércoles, 12 de octubre de 2011

Octubre / Por qué hay proletarios que gritan: ¡Viva Perón!

por Gonzalo Leonidas Chaves

Guillermo Korn, dirigente estudiantil reformista, diputado socialista y periodista, en 1945 estaba exiliado en Montevideo. Formaba parte de  la “Asociación de Mayo”, en el exilio. Agrupamiento abocado a difundir  la voz de la oposición al gobierno de facto del general Edelmiro Farrel. Además del joven  Korn, eran parte de la Asociación: José Gabriel, David Tiffenberg, Nicolás Repetto, Luciano Molinas, Alfredo Palacios, Esteban Rondonina, Santiago Nudelman y Gumersindo Sayago.
          El primero de setiembre de 1945, Guillermo volvió a Buenos Aires y en mes después cruzaba el charco retornando nuevamente al exilio. Aún no se había apagado el clamor  del 17 de octubre, cuando escribió estas líneas:   “Ahora, hace pocos días, Buenos Aires, borracho en el optimismo fácil que siguió a la Marcha de la Constitución y la Libertad, se olvidó de la dictadura y creyó en la caída de Perón. Una madrugada se estremeció de pronto ante  la invasión de hordas desatadas que, al grito de ¡Viva Perón!, restauraron su influencia en la Casa Rosada, lo proclamaron su candidato a presidente y después de consumar todo clase de atropellos, acabaron defecando en la Catedral.
         El carnaval trágico duró una noche y un día. Por primera vez Buenos Aires conoció el “lumpenproletariat”: el mismo del que hablé inútilmente en 1936, en la Cámara de Diputados. Incluyo en este libro lo que dije entonces porque le encuentro un valor actual para contribuir a explicar lo que muchos no aciertan a entender: por qué hay proletarios que gritan ¡Viva Perón!”[1]
         Guillermo Korn, hijo de Alejandro Korn, platense nacido en 1902, fue fundador del Teatro del Pueblo de La Plata, durante el segundo gobierno de Perón estaba exiliado en Venezuela. Después del derrocamiento del gobierno constitucional en 1955, volvió al país y se radicó en la ciudad de las diagonales, para esos años fue propuesto como director de la Escuela Superior de Bellas Arte de la UNLP.


[1] Korn, Guillermo. “La Resistencia Civil”. Editorial Ceibo, Montevideo, fines de octubre de 1945, pág. 204

Estamos en Octubre

por Gabriela Pesclevi

“Lo que veo nunca vi,/ lo que he sentido y lo que siento. Hará brotar el momento”.
Víctor Jara

“El otro día vi el puño rojo en la manifestación de Walt Strett.
Lo portaba una señora de 87 años”.
Miguel Sendón


Estamos en octubre. Y de inmediato pensada como palabra –octubre- es un icono en sí misma. Pero extrañamente a cómo suenan otras palabras íconos su resonancia aparece viva y con un halo de malón y de misterio, e investida de memorias. El octubre de las manifestaciones de aquí y la de otros lugares: más próximos más distantes en tiempo y espacio.
En la novela Amuleto de Roberto Bolaño -por ejemplo- se recoge un acontecimiento singular: el de la matanza de los estudiantes el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las tres culturas de Tlatelolco, y el relato de una sobreviviente que cuenta su experiencia encerrada en un baño de la universidad. Estoy varada pensando en esto, puntualmente en su protagonista -Auxilio Lacouture, con este apellido tan rimbombante no? cuándo me llega un mail de Santiago de Chile. El remitente es: Plebiscito por la educación y el mensaje consta de cinco palabras: muchas gracias por su adhesión. Se trata de un plebiscito informal que organizaron los estudiantes movilizados de Chile para las jornadas del 7 y 8 de octubre. Las autoridades del gobierno rechazaron el debate sobre la gratuidad en la educación y también consideraron que el plebiscito no tenía lugar. Por lo tanto, los estudiantes y organizaciones activas de la comunidad decidieron llevar adelante las preguntas que están destinadas a los chilenos de 14 años en adelante, residentes en el país o en el exterior. ¿Está usted de acuerdo que exista educación pública gratuita y de calidad en todos los niveles, garantizada por el Estado?/¿Está usted de acuerdo con que las escuelas y liceos sean desmunicipalizados, volviendo a depender del Ministerio de educación de forma descentralizada, participativa y autónoma?/¿Está usted de acuerdo que el lucro con fondos públicos deba ser prohibido en todos los niveles de la educación chilena?/¿Está de acuerdo con incorporar el plebiscito vinculante, convocado por los ciudadanos, para resolver los problemas fundamentales de carácter nacional?
En los últimos meses venimos viendo cómo los estudiantes han motorizado una de las movilizaciones más grandes desde la vuelta de la democracia hasta aquí. Con consignas contundentes, como la denuncia a los guetos educacionales, o a la educación como bien de consumo, o la crítica radical a la lógica de endeudamiento como forma de financiamiento de la educación. Los estudiantes impulsaron manifestaciones llenas de creatividad: la performance de Thriller; el blog de los 20000 poemas; las 1800 horas por la educación alrededor del Palacio de la moneda, el besotón; el salsaton; una movilización continua y con criterios más dinámicos, muy lejos de la estética ofuscada; y fundamentalmente necesario en el plano público y político que ha despertado un Chile diferente, un Chile después del octubre de los mineros y ese manto de la NASA, la lagrimita y los dólares del futuro documental. Un Chile que estaba en la superficie más allá de la política del espectáculo de Berlusconi o Sebastián Piñera –otra cosa que da igual. Al que muchos dijeron Piñera welcome hace poco más de un año no? El octubre del que hablo es el de estos días pero que se cruza con muchos otros. Incluso con el del primer plebiscito del 88 por la opción de que se vaya Pinochet. El que se cruza con lo que no sabemos, ni decimos, y con lo que bulle y sorprende, e irrumpe y hace ruido y el que hasta ahora nadie ha arriesgado. Ni aquí ni allá. Un octubre que se muestra de otra manera. Un octubre que proyecta, que marcha hacia adelante con incertezas; un octubre que se topa con Auxilio, que recoge esas voces, pero también con la plaza del año pasado. Con los que llegan a esa plaza, a este octubre, no solo con números sino con presencias e imprevistos.

El Juicio de Octubre



(Código Penal Montonero comentado por un poeta)

                                                                                                           

        Por Julián Axat
(el presente texto, es sólo un fragmento de un poemario, aún inédito)
                                                          



                                  
No habrá ni rapto ni rencor/
el caminante pasa sin mirada ante ellas, ante nosotros /
dos rosas perforadas por un anillo profundo
René Char




DEL ÁMBITO DE APLICACIÓN (Cap. I)

Las presentes disposiciones son aplicab1es a:
 todos los integrantes de la organización: oficiales, oficiales
2°, oficiales l°, oficiales mayores y oficiales superiores, los aspirantes a oficiales
soldados y milicianos…, en el caso de cumpas incisivos, inorgánicos, cuestionados
cuestionadores, sin obediencia o astucia, o in-amalgamados por una
crítica in-ane, cumpas de aquí o allá que no miran las estrellas, vengan de adentro o de afuera,
desertores sin cruz cuya célula partieron o degradaron por traicionar a sus pares
y a su superior… en cuanto aquellos incurran en faltas previstas en los
arts. 4, 5, 7, 8, 9, 11, 12, 15, l8, 19 y 20
se los juzgara, aún si fueran  logísticos… o simples Pacos, [1]
arriesgados Neurus,[2] ya si fueran mercachifles o tragabaldas sin pasión,
con excepción de de Los Pepes,[3] aún si fueran por los mismos hechos que incurrieran,
cabe resaltar que  estas disposiciones son también aplicables a los militantes
activistas con relación a los hechos, personas o
circunstancias a las que hubieran estado vinculadas con motivo de su actividad superficial…[4]
o a flor de piel, lugar desde donde la palabra debió fluir y fue cortada, mancillada
por pétalo falso del Oso conspirador cuyo nombre de guerra puede ser: jueves, domingo, viernes,[5] o  cuya alma en rosa  fue comprada a vil precio por los heraldos que pocean la infatigable
sed revolucionaria, haciendo picadora de mercenarios, contagiando todo
lo que Los Pepes no quieren de milicianos pero inspiran o reproducen como fabrica de Pepitos combatientes… la justicia poética difiere de la militar en que la disciplina no escribe sobre la carne del reo, sino sobre un tahúr compañero, conversación con los astros o una infinita cadena de mandos que llega a un ignoto, miserable perdido en una zafra, o un pibe chorro de la Villa 31 que
pronuncia dos o tres palabras como si bajara el martillo, para decir, quiero agua, y seguir sobreviviendo solidario hasta el año 2020.


CAPITULO II DE LOS DELITOS (Cap. II)
Traición: Incurre en el delito de traición cualquiera de las
personas indicadas en el Capitulo I: que, por cualquier medio, colabore
o sirva conscientemente. al enemigo. Traidor el que incluso salva a los Pepes, el que aún
cuando para llegar a su salvación debe arrojar sus ojos de sol al fango de la noche
y sus hijos o esposas sucumbir en las fauces de un sicario reconocible en su Mal por lucir
una peluca rubia, pongamos que con una tintura chorrea para todos lados mientras espera que el Traidor no falle no salve a los Pepes, porque va a ver lo que les pasa si hace eso, si traiciona al sicario y no a Los Pepes. Mientras tanto son, Los Pepes consecuentes (valientes),  los que dan instrucciones precisas del perduellio sin fango, flagelo de colaborar un tantito así…,  la pizca minúscula porción del que se atreve a arrogarse el traje de Pepe, se sienta en su trono, y dice como debe ser salvado un Pepe, aún cuando su vida, corra peligro y dependa de una saeta, cruzar cielo mientras los cadáveres dicen cosas, se asumen traidores, “todos son potenciales traidores” dicen; mientras, un Pepe con ojos en espaldas, en techos,
cíclopes que ven  tridimensional el acto militante de constricción antes de largar,
de vocear, de cantar un bolo estrujado reformista en la garganta del “todos son potenciales lenguaraces”,
así como  Aquiles verborreos, desterrados Agamenones,  hijos de Cruces o Fierros,
Odiseos ya sin fuego o fatuo indudable Hamlet que transmite (o no) su perpetua obediencia in-debida,
a quienes hoy, pedimos, imploramos, por favor, no proyecte su derrota en nosotros.


Deserción: Se distingue en los siguientes casos: a) Deserción de la organización: incurren en este delito los integrantes de la organización que hagan abandono de la misma sin
previa comunicación a su ámbito superior. Y se exilien, se mamen a sí mismos en un foro interno de la Quiaca, aquellos que fumen debajo del agua un escarabajo sin quitina, en un paso de frontera en el que nadie sabe se escapa una sol, estrella, o clandestinidad unilateral con vía otra frontera bolañana en México o Brasilia o la Gran Salina como fosa de nadie atravesada por la palabra misterio, aplastada como una pulga de la noche; gota que se evapora enseguida, y evita la contraofensiva de los Pepes, la jauría de los cantados y arriesgados a una nueva entrada de la cadena de mandos meada por todos los perros famélicos o docilizados  (fosilizados) de un destino que –a esta altura- excede la noción de tragedia.



b) Cometen también este delito los integrantes de la organización,
que tuvieran más de un año de antigüedad como tales, cuando hayan
efectuado el pedido de retiro y no obstante el rechazo del mismo por la
organización hagan abandono de ésta. Dícese de aquellos que sin ser profetas,
advierten la calamidad, lo inevitable, la manía de los Pepes de llevarse todo por la fusta,
por la heroica, consecuente, cantata de boato y uniformes, org_asma, orga-masa, inamovible papismo,
perdón: pepismo, el que se va sin que lo echen… retorna sin ser NN. 



c) Deserción en operación: es aplicable a todos los miembros de la
organización, a los aspirantes1 soldados y milicianos. Configura este
delito:

1. No presentarse a una operación sin motivos que lo justifiquen: la operación de un Paco perdido en la noche no se realiza, no sabemos si el vino o una joven despiertan desvíos pequeñoburgueses (esto lo dice un Pepe), pero con el tiempo nos enteramos que ese Paco abandonó la operación para evitar el derramamiento de soles propios y ajenos, pero aún así es sindicado por un Pepe como desviado, perdido, extraviado por exceso de lírica, neuridiano empedernido que no se encuadra.  Esa noche estaba electrificado ese Paco, lúcida corriente lo atravesaba evitando la orden hacia la sangre derramada para armar  los chorizos del asado de mañana. 

2. No combatir cuando se produce un enfrentamiento y es una situación
de combate: Veo los ojos de una niña, segura de sí, en camisón, levanta la metralleta Halcón que nunca usó, pero aplicando la teoría hace que de su dedo broten ráfagas, mientras, 150 hombres se zambullen sobre adoquines. Pero, de pronto, silencio, la muchacha deja la metralleta, se asoma al vacío y abre los brazos, “ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”. La niña se lleva una pistola a la sien. Los Pepes se reúnen e interpretan: “ha cumplido con la orden de combatir hasta el final, la cumpa tiene nuestros honores, su gloria es definitivamente nuestra”. Los Neurus, en cambio meditan en su dolor, y a la larga piensan: “pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado… su muerte fue gloriosamente suya”.

3. Abandonar el puesto o tarea asignados sin orden del responsable o sin
haber cumplido la tarea salvo que se trate de una lógica y justificada
iniciativa táctica del compañero: Uno de los Pepes ordena “debe llevar ese unicornio a tal lugar”. Pero la cumpa no sabe conducir unicornios, solo maneja Centauros o Medusas (animales preferidos de Los Pacos…). Para evitarse insumisa, se muestra predispuesta. Intenta acercarse lentamente a la bestia para evitar torbellinos de cuernos o, acaso, patadas traseras. Decide leerle el siguiente verso: “Nosotros idiotas, altaneros, irresponsables, nosotros instrumentales o maestros del instrumento, reloj de cuerda sin cuerda o vacío de chusma horaria, nosotros cronometrada claridad de acción, sincopada nosotros en regla gravitante, que creen en el auxilio de un fénix generacional atolondrado, en la solidaria tribulación vertical de un obediente camporista sin escala, pendular que cree en los papeles o instrucciones de un unicornio como vos, descargado, in-solente, nosotros ambiciosos o incisivos, nunca perejiles, dispersos sin horas sueño puede ser, nosotros soberanos, decididos, voluntaria formación especial de nosotros, con o sin general a cuestas, inexorables, nosotros fuegos de artificio”. El unicornio escucha, y deja que ella suba. Antes de bajar, el unicornio explota en el aire. No hubo traición. El manual de instrucciones dice: “Para montar unicornios, antes de aterrizar, debe acariciar sus crines”


Art. 4: Confesión: Incurren en este delito quienes en el curso de los
interrogatorios que le efectúe el enemigo y bajo el efecto de apremios
suministren datos que perjudiquen exclusivamente al declarante. El suicidio nunca estuvo penado por el burgués, sí lo está para Los Pepes: Aquiles debe reconocerse héroe, aún cuando nadie se entere. Los Pacos sufren de estos dictados, aún cuando ellos entienden más que nadie el “yo soy el otro”…


Art. 8: Insubordinación: Quedan incursos en este delito los
integrantes de la organización, los aspirantes, soldados o milicianos
que no acaten o se rebelen contra las órdenes o resoluciones expresas
emanadas de su responsable u organismo superior, salvo que el
incumplimiento se deba a causa de fuerza mayor. Se trata este del típico delito de los Neurus, quienes despliegan su crítica a las armas, y se plantan razonablemente ante las ordenes de Los Pepes.  Cuerpo obediente o doliente, miedo al castigo, se entrega o se usa, se yergue plano o adoctrinado, empuña la rosa enhiesta, institución blindada, quema todo exceso cuestionador, ejecuta a todas las Juanas Neurus con “excesos” intelectuales en la frente, pos-estructurales, sartristas, foucaultianos (los o las Lacanianos se salvan),  que escriben sus cuartillas, o cartas a generales, o a los jefes de sus jefes a los que les hacen llegar sus peros, antes de ser degradados para intentar ser convertirlos en Pepes…


Art. 16: Deslealtad: Incurren en este delito quienes tengan relaciones
sexuales al margen de la pareja constituida; son responsables los dos
términos de esa relación aún cuando uno sólo de ellos tengan
pareja constituida. En este delito incurren permanentemente Los Pacos, pues son unos seductores empedernidos, auténticos subidores de techo para el suspiro de compañeras, quevedianos buceadores de entrepiernas, llegan a la revolución por vía de la poesía y se desvían a la pasionaria gustosamente. Lorcas desbocados, escriben sus cuartillas aquí y allá de cualquier reja irreal, mientras colocan bombas en el lugar indicado sin error, o acaso, se juegan, en la doma del rayo que cae salvaje, en el momento justo que lo deciden, mientras Los Pepes (no casualmente feos y cursis), los persiguen por adulterio, y los  degradan encomendados a algún rincón del país en el que, suelo minado, se juegan la vida y, los heraldos a esa altura más fuertes, se los tragan para siempre.




(Dado que se trata de un fragmento, se las dejo picando para que compren el libro, próximamente…)


***





[1] Los Pacos, son aquellos cumpas que llevan un sol en la frente, los más líricos y soñadores, los que sientan a la belleza en sus faldas y la injurian. Según los Pepes, son los que tienen permanenentemente desvíos pequeñoburgueses, pero los que mejor se juegan en el momento de la acción.
[2] Los Neurus, son las mentes lúcidas, lógicas, razonadoras y profundamente críticas de las estructuras dadas. Suelen tener momentos emotivos, y solidarios hacia los Pacos. Los Neurus suelen estar en el área de logística, pero según los Pepes necesitan control constante.
[3] Los Pepes son los cumpas jefes de la orga, pero también los que están debajo y hacen masa acrítica-burocrática, son sumamente obedientes y militarizados. Los Pepes de la cúpula establecen reglas rígidas de cumplimiento que deben ser obedecidas sin discusión por toda la orga, en especial por los Pepes de las células y superficies. Los Pepes son los más, y creen que los Pacos y los Neurus deben encuadrarse para convertirse tarde o temprano en Pepes.
[4] Lamento que se hable aquí en términos sexistas, pero la orga, ha sido pensada en forma masculina, lamentablemente. Esto ha sido una decisión de Los Pepes.
[5] Se refiere a la Novela de G. K. Chesterton, “el hombre que fue Jueves”.

Plazas


Juan González Moras


desposeído
como desposeído de su luz
deambulo

al paso
al paso

como un lagarto
deambulo

como acariciando otros lugares
navego
y ando así

navegando
como ensimismado

cuando algo
desde lo más profundo

empieza
con los rechines
con los quejidos

pero

igual cada cual
en su divague

como una pelota siguiendo
sola
los pliegues del suelo

o un lagarto
pero juntos

viejo puente
nuevo


después
sólo después
llegará el olvido

la plaza


como desvalijado
o desposeído vas también
y nunca has oído

deambulamos
ahora
y el viejo
es puente

alzándose o
bajando

y nunca he oído


movemos los ojos
nos movemos para adentro
para afuera ahora
en una plaza otra

hacia otros lugares viejos
salimos
al encuentro de

tiempos de paisajes
que son en nuestra ausencia

y sólo
él

se escucha
ahora

y es para despertar
después pero

y nos perdemos

nos perdemos en una tierra que no nos pertenece
y que queremos tanto
por él

también


y soñamos
ahora despiertos para adentro
para afuera

con los ojos
abiertos
con los labios morados

como lagartos
en medio del súbito
silencio


viernes, 7 de octubre de 2011

DE REGRESO AL OCTUBRE PILAGÁ


Por Daniel Badenes

El primer peronismo tuvo muchos octubres. Tuvo el 17, ese octubre mítico, plebeyo y fundacional, pero tuvo también octubres tristes, oscuros, trágicos. Fue precisamente ese mes, en 1947, cuando la Gendarmería protagonizó la masacre de indígenas más grande del siglo XX. En el paraje de Rincón Bomba, en el entonces territorio nacional de Formosa, la comunidad Pilagá sufrió una cruda represión cruda que produjo entre 400 y 800 muertos y desaparecidos, incluidos niños. “Octubre Pilagá” se llama el documental que narra la historia de ese pueblo diezmado por el trabajo esclavo, la pobreza y las balas públicas.
En un tiempo en que mucho se discute acerca de cuán peronista es el kirchnerismo, la muerte en los pueblos originarios formoseños resulta una lamentable continuidad.
Admito que aquel debate me interesa a medias; que me convoca sólo en la medida que incluya miradas capaces de ver matices, procesos y correlaciones de fuerza, y no cuando arriba a la respuesta escueta de la izquierda de manual, que afirma una total equivalencia entre peronismo y kirchnerismo porque simplemente define a ambos como formas del bonapartismo. Cuando el ejercicio intelectual de pensar la política se reduce a la colocación de etiquetas se vuelve insípido, aburrido, inútil.
¿Qué decir sobre la cuestión? Por un lado, el kirchnerismo, en su tiempo histórico, ha producido menos alteraciones en la estructura económico-social que el peronismo clásico. Por otro, su política cultural (universitaria, mediática) ha sido mucho más abierta, amplia y luminosa (y digámoslo también, clasemediera), lo que se expresa en el apoyo o la simpatía de un grupo importante de artistas e intelectuales -que antes habían resistido al menemato. Hoy ninguna escuela obliga a escribir “Cristina me ama”, la re-regulación del espacio mediático tiene un signo antiautoritario, y el nacionalismo ultracatólico está lejos de las universidades públicas. En eso, el kirchnerismo es superador del peronismo, y la política cultural tiene rasgos elogiables.
De algún modo, en la renovación que promueve en el plano simbólico, el proceso político actual ha sido receptivo de actores y demandas planteadas por movimientos sociales organizados y legitimados en los ´80  y ´90: el movimiento de derechos humanos, los jóvenes, la diversidad de identidades de género. Pero no ocurre lo mismo con los pueblos originarios (más allá de conquistas puntuales, como la inclusión en la ley de servicios de comunicación audiovisual, la consideración del último censo y algunas políticas focalizadas) cuya lucha no sólo es por la identidad sino también por la tierra y la autogestión de derechos. Las demandas que articulan los mapuches en la Patagonia, los q´om en Formosa y Chaco, los guaraníes en Misiones o los quechuas y aymarás en el Norte chocan indefectiblemente con los poderes locales que sostienen al kirchnerismo en el interior y también con las bases del actual crecimiento económico.
Así, la brutal represión de la policía formoseña y la Gendarmería nacional a la comunidad q´om de La Primavera, ocurrida el año pasado, reactualiza el punto más oscuro del peronismo. La muerte evitable, el crimen de Estado, la impunidad y los silencios revelan en carne viva la contradicción más honda del gobierno nacional.
Pues con su efectiva contribución al proceso de re-politización de la sociedad (sabemos, sí, que no empieza con Kirchner ni lo tiene como único determinante), la tendencia a des-judicializar la protesta, la centralidad de los derechos humanos en la agenda, e incluso un atisbo de disputa con las grandes corporaciones rurales, que puso en debate público la cuestión de la tierra, el peronismo del siglo XXI creó condiciones para que las demandas de los pueblos originarios cobraran un nuevo impulso, organización y visibilidad. Pero en su pacto inmutable con personajes como Gildo Insfrán y su dependencia de proyectos económicos que avanzan a costa de la expulsión de poblaciones y un tremendo deterioro ambiental, asegura una respuesta negativa.
Marx se equivocaba: hay tragedias en la historia que siguen repitiéndose como tragedias. Las noticias de muerte en el Noroeste argentino que unen los ´40 con nuestros días tienen ese sabor, y nos plantean el desafío de correr los límites de lo posible todavía mucho más allá. De lo posible –aclaremos- no en materia represiva y de acumulación capitalista, sino en el sentido que comúnmente se ha consagrado a los octubres: la inclusión, la ampliación de derechos, la transformación social.

LOS MUERTOS NO VIVEN

Por Juan Laxagueborde 

Para Magdalena Demarco




La juventud mixtura el desdén a la muerte con la fragilidad que se encarna en ella, cuando se topa con acontecimientos trágicos que su fervor despampanante no sabe asimilar. Cuestión concreta: Néstor Kirchner muere en el auge de su acción política, un día de octubre donde nos disponíamos a aceptar los mandatos de las entrevistas semiestructuradas de los censistas.
La muerte como noticia y poderoso asombro dio paso a algo mayor, central y netamente fronterizo: la llegada a una plaza que sólo ofrecía el suelo donde transitar eso indecible: uno de los primeros hechos paralizantes de nuestra vida política.
Concurrimos a ella y notamos como los círculos se iban ensanchando, cómo crecían como espirales las multitudes que ya no marchaban, sino que permanecían: Un círculo siempre es a escala de otro, figurando la imagen de un eco infinito, que alcanza latitudes inimaginadas.
La mañana en que los restos de Kirchner eran trasladados desde Casa Rosada a Aeroparque una llovizna fina caía en la ciudad. Concurrimos con Demarco a Plaza de Mayo sin saber bien por qué, como el día anterior, a permanecer conmovidos por lenguajes desconocidos que interpelaban todo lo hasta ese día pensado. En esa plaza, una pantalla gigante transmitía los pormenores. No más de 400 personas en día laboral, frío, -mucha gente peregrinando detrás del coche fúnebre- con paraguas en la mano y estupor contemplábamos esas imágenes. Algo vino a la memoria y se hizo balbuceo: eran las láminas de nuestro colegio primario, el clima hostil, el pueblo que pretende saber de qué se trata, el hito, el destino incierto.
Pero esos días de penar desde la incerteza por una historia que nos proponía, de nuevo, pero esta vez a nosotros, un salto sin red, aparecían como momento en el que estallan todas las imaginaciones, las preocupaciones y las angustias de pensar nuestra propia existencia como subjetividades políticas. Magda y yo caminábamos callados buscando en el aire, en las colas, en las flores o en esos bares contradictorios de muchedumbre azorada nuevas posibilidades de afronte para lo que siempre se nos viene encima: la época.
Los rasgos pertinentes de la política contemporánea de la Argentina han estado en Kirchner. Son, ante todo, una nueva forma de pensar, entre la dogmática y el chascarrillo, la acción política como oscilación profunda en la vida de un pueblo. Gestando y perdurando; reconectando y fundando.
Kirchner ha sido eso que todavía no ha terminado de ser. Demuestra que la política Argentina se sirve aún de un pasado difuso, extraño, pero vivo. Que nunca es el tiempo del inventar todo de nuevo, aunque sí hay destellos de escisión y salto que se nos presentan contingentes, chispeantes. Eso es el kirchnerismo. La posibilidad de pensar todo de nuevo, pero sabiendo que también es eso: una posibilidad, una chance. Nunca una seguridad.
Kirchner fue un seguro sigiloso, un osado precavido. Todo paradoja.
Hemos perdido el primer signo de nuestras épocas políticas, pero queda viva la posibilidad de asirlo como fotograma de un montaje extenso y sinuoso que habremos de caminar prudentes, imprudentes, vitales y voluntariosos.
La política, pensaba Benjamin, es una honra a la memoria de un pasado ruinoso. Es una forma de desactivar los fantasmas que acechan instándonos a redimirlos. Quizá estemos viviendo un tiempo en que el mito no sea más que acuñar certezas dentro del maremagnum de complejidades que se llevo el último soplo de la generación del 70.
Kirchner no está en ningún lado, aparece como pasado complejo y se entromete en nuestros lenguajes que lo evocarán mucho por mucho tiempo. No hay herederos, hay intérpretes. Todos los que fuimos a esa plaza, quisimos interpretar las emociones de una Argentina en las fronteras.
En esos días de tránsito nervioso por un país que se suspendía en la estática de pensarse a sí, supimos que tronaban no ya escarmientos de fajina, sino esperanzas acerca de cómo descubrir las tareas para activar nuevos nudos que movilicen todas nuestras acciones hacia un futuro mayor.

OCTUBRE, PARA IMAGINAR

por Fernando Alfón

1.

Si alguien nos pidiera rápidamente una síntesis del Estado, eso que también suele llamarse comunidad política o república, podríamos afirmar que aparece bajo cuatro estados distintos: el ideal, el deseado, el real y el posible.
            El Estado ideal es el imaginado por los idealistas o utopistas. Es un arquetipo; no existe sino en nuestras ideas y se proyecta perfecto, geométrico y cerrado. En este Estado, por ejemplo, no existen cárceles porque no existen criminales y estos no existen porque nada auspicia el crimen.
            El Estado deseado es el que a menudo imaginamos la generalidad de los ciudadanos; tampoco existe, a no ser como deseo, pero no es ideal, es el Estado en que querríamos vivir. Por ejemplo un Estado en el que todo aquel que cometa un crimen sea juzgado y condenado justamente.
            El Estado real no es ni ideal ni deseado, es el Estado que existe de hecho, el que los ciudadanos agradecemos tener o padecemos, o ambas cosas a la vez. Es el Estado, por ejemplo, en que se cometen crímenes que a veces no son condenados.
            El Estado posible, finalmente, es un Estado que tampoco existe de hecho, pero que puede existir. Es decir que, dadas las condiciones reales del Estado se puede proyectar a nuevas condiciones de existencia. En este Estado, por ejemplo, se procura que los crímenes sin condena sean los menos posibles.

2.

Presentada esta síntesis, si tuviéramos que identificarnos con alguna de estas cuatro formas del Estado, diríamos que existen, en primer lugar, los idealistas, que solo saben del Estado en tanto programa especulativo; estarían los anhelantes (quizá los más numerosos y comunes) que les basta con imaginar el Estado que anhelan, sin atender si es perfecto, real o posible; estarían los realistas, que suelen ser los que administran de hecho el Estado real y que se hacen más realistas cuando más consustanciados están con la realidad; y estarían, por último, los posibilistas, es decir, los que tienden a que el Estado real se conduzca hacia el Estado deseado.
            Rara vez se producen coexistencias de estos Estados. Un Estado ideal jamás puede ser, a la vez, real; así como el Estado real no suele ser, casi nunca, el Estado deseado. No obstante, si estas cuatro maneras de vivir el Estado no establecen relación entre ellas, suelen degenerarse; es decir, el idealista puede devenir en purista; el anhelante en delirante; el realista en conservador; el posibilista en imprudente.
            Con cualquiera de estas cuatro formas que estemos comprometidos, es necesario advertir que lo estamos con formas distintas. El idealista está comprometido con las ideas, y es legítimo que así lo esté, solo que es desacertado cuando pretende hacer valer su programa ideal como si fuera posible. El realista, a su vez, suele ser muy malo imaginando y da la impresión que no estuviera comprometido con las especulaciones.

3.

Pues bien, pensemos todo esto en el caso argentino. Tomemos la década que va del año 2001 al 2011. En el año 2001 teníamos un gobierno que, absorto en un Estado deseado (paridad del dólar, blindaje económico, seguridad fiscal) se desentendió de tal manera del Estado real que el Estado posible se frustraba permanentemente. Terminó en estallido social. Durante el gobierno de Eduardo Duhalde, pareció haber conciencia del Estado posible al punto que se llevó el Estado real a una nueva realidad, pero el Estado que deseaba el duhaldismo, evidentemente, no era el que deseamos la mayoría de los argentinos. ¿Qué sucedió para desear otro Estado distinto? Veamos.
            El kirchnerismo, en primer lugar, careció de un Estado ideal. Partió sin arquetipo alguno; partió del Estado real y fue conduciendo sistemáticamente este Estado real al lugar que ocupaba el Estado deseado (se deseaba crecimiento sostenido: se logró; se deseaba mayor desendeudamiento: se logró; se deseaba movilidad jubilatoria: se logró; etc). Ese acercamiento del Estado real al Estado deseado fue corriendo cada vez más el horizonte del Estado posible. El kirchnerismo —he aquí, creo, su mayor logro— fue un gobierno de corrimiento sostenido del Estado posible. No se dejó  intimidar por el Estado real y tendió a sobre estimar el Estado deseado. A veces salió mal (como con la 125); muchas otras salió bien (como con la Nueva Ley de Servicios Audiovisuales).
            ¿Cuál es la manera de combatir un gobierno que establece sistemáticamente nuevos horizontes de lo posible?, pues corriendo sistemáticamente la barrera del Estado deseable. Esta fue la estrategia que adoptó la oposición, con el desacierto de que, por un lado, esos deseos no eran todos coherentes, y por otro, se percibían por los ciudadanos como deseos irrealizables. Por ejemplo, el gobierno bajaba el índice de mortalidad infantil, la oposición planteaba la consigna de «Mortalidad cero»; el gobierno bajaba los niveles de desocupación, la oposición planteaba la consigna de «Desocupación cero».

4.

El kirchnerismo, en sus distintas vertientes y expresiones, realiza estas cuatro acciones, especula en torno a Estados ideales (filosofa), predica el Estado que desea (milita), vive aferrado al Estado real (gobierna) y realiza un Estado posible (transforma). En este sentido supera ampliamente, o bien a aquellos que solo filosofan (los teólogos, los profetas), o bien a aquellos que solo militan (los trotskistas, los testimoniales); pero supera en actos de gobierno a otras formas de Estados reales (el macrismo) y en transformaciones a otras experiencias progresistas (el socialismo binneriano).
            Digo que realiza estas cuatro instancias y entiendo que no debería dejar de mantenerlas en tensión constante, pues si deja de imaginar Estados ideales empobrece las figuras y matices del Estado que desea. Si empobrece el Estado que desea conduce el Estado posible a formas, a su vez, empobrecidas. Canonizar, como ya sugerimos en el número 0 de La Grieta, es una forma de empobrecer el deseo.
            El próximo octubre, los desafíos no son fuerzas ajenas al kirchnerismo, son internos al movimiento, pues para que siga siendo vital y creativo, hace falta correr, nuevamente, el horizonte de lo posible. Lo que, a mi entender, necesita ahora el kirchnerismo, es una imaginación redoblada; una imaginación, por qué no, metafísica, para hacer que este estado de bienestar que comienza a asentarse se impregne de nuevos entusiasmos, base real, también, donde descansa la economía.